jueves, 6 de septiembre de 2012

“EZLEKUAK” 2007. LISABÖ


Lisabö son ante todo grandes amigos. Siempre lo han dicho, aún a pesar de los varios cambios de formación en su trayectoria. Son vascos, orgullosos de ello, de Irún, un pueblo guipuzcoano junto a la frontera francesa. Las letras de sus canciones siempre en euskera. Empezaron sin pretensiones en 1998. Son experimentadores sonoros y de sensaciones donde el denominador común es la potencia y la intensidad, y mucha. Parte importante de su particular sonido son las dos baterías que usan, las cuales a veces suenan independientes y otras golpean brutalmente a la vez. Sus discos son densos y complicados a priori, no son discos que pongas a tus invitados cuando te vienen a ver a casa. Entrar en ellos no es fácil pero cuando lo logras eres incapaz de dejar de escucharlos hasta el final. La formación de Lisabö para “Ezlekuak” eran Karlos (guitarra y voz), Javi (guitarra y voz), Ionyu (bajo), Eneko (batería) e Iban (batería).

La traducción de “Ezlekuak” sería los “No-lugares”. No lugares tanto físicos como no físicos son la inspiración de este trabajo. Las letras, con una elevada carga poética, son de Martxel Mariscal, escritor y poeta que aparece en los créditos como un miembro más. Este es el tercer disco de Lisabö y la primera reseña de Bidehuts, sello creado por los propios Lisabö junto con Anari y algún músico más de la escena vasca para hacer de la autogestión una seña de identidad y así según ellos darle el valor real que tiene un disco y que no sea un mero producto. Este es un disco crudo y denso donde hay músculo, pasión, visceralidad y emoción. Un disco contundente, implacable, lleno de atmósferas opresivas y de senderos rítmicos que a veces se detienen y bifurcan para luego volver a encontrarse. También hay lugar para el silencio, usado para marcar los tiempos y para dejar respirar al oyente. Reconozco que es un disco difícil de asimilar pero indudablemente es un discazo.

Ver a Lisabö en directo es algo que se te graba en la memoria. Da igual que te gusten sus discos o no. Es una experiencia sonora muy intensa que te coge de las entrañas. A mediados de agosto Lisabö han visitado Sevilla para dar uno de sus brutales conciertos. Fue en el Monasterio de La Cartuja dentro de la programación del Nocturama. Yo ya los vi la primera vez que asomaron por aquí hace cinco años y quedé boquiabierto como el resto de los asistentes, así que yo ya sabía a lo que iba. Esta vez no fue menos, aunque si que el escenario y sobre todo los watios del mismo se les quedaron cortos. Literalmente ver a Lisabö esa noche era como ver tocar a dos grupos a la vez: dos guitarras, dos voces, dos bajos y dos baterías. Era impresionante ver a los dos baterías compenetrados con sus potentes pegadas, a los dos guitarras como se desgañitaban frente al micro, como se tiraban al suelo, como se buscaban con los bajistas, como se repartían entre todos el peso de las transiciones entre canción y canción –porque silencios hubo pocos-. También hubo correas de guitarra que se soltaban, micros que caían, cables que se desenchufaban y choques varios al borde de la caída. Un concierto memorable, para mí el concierto del verano en esta calurosa ciudad, aunque afirmar esto conlleve entrar en polémica con algunos amigos míos. Grandiosos estos irundarras.



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