jueves, 22 de agosto de 2013

“THE MODERN LOVERS” 1976. THE MODERN LOVERS

The Modern Lovers forman parte del reducido grupo de bandas dotadas de una originalidad y un talento tal que con un solo disco han sido capaces de marcar tendencia e influir a muchas otras aún a pesar del paso del tiempo –fueron una influencia clara para el estallido del punk años más tarde-. Su existencia fue breve, de 1970 a 1974. Se formaron en Boston y fue su líder y compositor Jonathan Richman –voz y guitarra- quién reclutó al resto, que fueron Ernie Brooks al bajo, Jerrie Harrison al teclado (después en los Talking Heads de David Byrne) y a la batería David Robinson (más tarde formó parte de The Cars). La admiración de Richman por la Velvet Underground y Lou Reed es crucial en la existencia de los Modern Lovers. Ellos y su planteamiento musical iban en dirección contraria a la tendencia de la época, nada de recargamiento instrumental, todo lo contrario, y tampoco optimismo ni conciencia social. El deje en la voz de Richman denota una postura nihilista y una actitud cansada y quizá también resignada. Después de The Modern Lovers Richman siguió usando este nombre para referirse a sus diferentes bandas de acompañamiento aunque su sonido poco tenía que ver con el original.

Este es su único disco, de título homónimo. Las grabaciones datan en su mayoría de 1973 pero por problemáticas con la discográfica de aquellos años no fue publicado hasta 1976 por el sello Beserkley cuando la banda ya no existía. Pasó desapercibido, fue mayormente ignorado y tuvo que transcurrir el tiempo para que se reconociera su indudable valía –hay que tener en cuenta el contexto temporal, en 1973 nadie hacia canciones como las de este disco-. El productor fue John Cale. Sencillez e inocencia con porte elegante e inmediatez son los ingredientes de las canciones que forman este disco al que el polvo del paso de los años no desluce en absoluto.




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jueves, 15 de agosto de 2013

“MOTHERS & TIGERS” 2012. EMILY LOIZEAU


Este año está volviendo a ocurrir, otra vez estoy teniendo la suerte de asistir a muy buenos conciertos. Conciertos que me han emocionado, otros que me han hecho vibrar, también reencuentros con músicos ya viejos conocidos para mí y descubrimientos varios. Uno de los conciertos que podría encuadrar con el primer grupo, el de los que me han emocionado, sería el de Emily Loizeau que pude ver dentro del festival “Les soirées du Cameleon” en un pequeño teatro de Val de Reuil, un bonito pueblo normando de arquitectura moderna perfectamente integrada en el paisaje. Un espléndido concierto por su puesta en escena, por la poderosa y virtuosa voz de Emily y su lenguaje corporal sobre el escenario, por la magnífica banda que le acompañaba y por todo lo transmitido a los allí presentes. Indeleble recuerdo me queda de esa noche.


Emily Loizeau nació en el extrarradio de Paris de padre francés y madre británica. Fiel a su doble origen, sus composiciones son igualmente en francés como en inglés, idiomas ambos que maneja con soltura y destreza. También su formación de piano clásico –que comenzó desde muy pequeña- se trasluce en ellas. La filosofía y la musicología además del arte dramático completan su formación académica. Sus canciones son en gran parte sobre temáticas que retrotraen a la infancia, llenas de ternura, sensibilidad y también ironía y penumbra. Echa a si misma, su primer mini-lp fue autoeditado en 2005, después vendría algo de reconocimiento a su talento y una larga gira por Europa y el continente americano. En mi opinión no es otra chica-sensible-de voz bonita, no, ella es otra cosa, les lleva bastante ventaja al resto.


“Mothers & Tigers” es su último y tercer disco. El título hace referencia a la maternidad –ella ha sido madre el año pasado- y también a la libertad y la energía que tienen los niños. La rica instrumentación  y los cuidados arreglos hacen de este disco una delicia sonora. Un trabajo con deje naif pero no por ello exento de profundidad. Fue gestado en el sudeste francés donde Emily Loizeau tiene una casa rodeada de naturaleza. Fue allí donde usó su imaginación poética inspirada en William Blake para componer este disco. La canción que abre el disco es un homenaje a la memoria de Lhasa de Sela, de la que dice sentirse cerca por su personalidad y su lado torturado. Un disco íntimo que pide intimidad y luz tenue para su disfrute.




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