jueves, 27 de septiembre de 2012

“DREAM SIGNALS IN FULL CIRCLES” 2000. TRISTEZA


Tristeza son una banda de post-rock –aunque quizá también encajara en otras etiquetas- originarios de San Diego, California. La formación eran Christopher Sprague (guitarra), James Lavalle (guitarra), Luis Hermosillo (bajo), Stephen Swesey (teclados) y James Lehner (batería). Su historia comenzó en 1997 y con el paso de los años algunos se marcharon y otros se incorporaron a la banda. Su música no hace honor a su nombre. Su fórmula se basa en cuidadas melodías apoyadas en buenas bases rítmicas. Sus composiciones son dinámicas, se sirven de guitarras que suenan limpias y de patrones repetitivos entrelazados sutilmente.

Su segundo disco fue este “Dream Signals In Full Circles”. Fue grabado en unos estudios de Chicago y producido por Dave Trumfio. Tuvo una buena aceptación en todo el mundo y resultado de ello fue que lo giraron también por Europa y Japón. Es un disco instrumental, de atmósferas salpicadas a veces de jazz y a veces de psicodelia. Usan tempos alegres y por momentos ralentizados. Muchos son los detalles y matices de este disco, con un sonido marcado por la suavidad y la belleza. El clima que crean es relajado y reflexivo. Un disco de indudable calidad que durante su escucha transmite una sensación de equilibrio, fantástica banda sonora para un fin de semana en casa, porque no se puede salir todos los findes, alguno hay que saltárselo.



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jueves, 6 de septiembre de 2012

“EZLEKUAK” 2007. LISABÖ


Lisabö son ante todo grandes amigos. Siempre lo han dicho, aún a pesar de los varios cambios de formación en su trayectoria. Son vascos, orgullosos de ello, de Irún, un pueblo guipuzcoano junto a la frontera francesa. Las letras de sus canciones siempre en euskera. Empezaron sin pretensiones en 1998. Son experimentadores sonoros y de sensaciones donde el denominador común es la potencia y la intensidad, y mucha. Parte importante de su particular sonido son las dos baterías que usan, las cuales a veces suenan independientes y otras golpean brutalmente a la vez. Sus discos son densos y complicados a priori, no son discos que pongas a tus invitados cuando te vienen a ver a casa. Entrar en ellos no es fácil pero cuando lo logras eres incapaz de dejar de escucharlos hasta el final. La formación de Lisabö para “Ezlekuak” eran Karlos (guitarra y voz), Javi (guitarra y voz), Ionyu (bajo), Eneko (batería) e Iban (batería).

La traducción de “Ezlekuak” sería los “No-lugares”. No lugares tanto físicos como no físicos son la inspiración de este trabajo. Las letras, con una elevada carga poética, son de Martxel Mariscal, escritor y poeta que aparece en los créditos como un miembro más. Este es el tercer disco de Lisabö y la primera reseña de Bidehuts, sello creado por los propios Lisabö junto con Anari y algún músico más de la escena vasca para hacer de la autogestión una seña de identidad y así según ellos darle el valor real que tiene un disco y que no sea un mero producto. Este es un disco crudo y denso donde hay músculo, pasión, visceralidad y emoción. Un disco contundente, implacable, lleno de atmósferas opresivas y de senderos rítmicos que a veces se detienen y bifurcan para luego volver a encontrarse. También hay lugar para el silencio, usado para marcar los tiempos y para dejar respirar al oyente. Reconozco que es un disco difícil de asimilar pero indudablemente es un discazo.

Ver a Lisabö en directo es algo que se te graba en la memoria. Da igual que te gusten sus discos o no. Es una experiencia sonora muy intensa que te coge de las entrañas. A mediados de agosto Lisabö han visitado Sevilla para dar uno de sus brutales conciertos. Fue en el Monasterio de La Cartuja dentro de la programación del Nocturama. Yo ya los vi la primera vez que asomaron por aquí hace cinco años y quedé boquiabierto como el resto de los asistentes, así que yo ya sabía a lo que iba. Esta vez no fue menos, aunque si que el escenario y sobre todo los watios del mismo se les quedaron cortos. Literalmente ver a Lisabö esa noche era como ver tocar a dos grupos a la vez: dos guitarras, dos voces, dos bajos y dos baterías. Era impresionante ver a los dos baterías compenetrados con sus potentes pegadas, a los dos guitarras como se desgañitaban frente al micro, como se tiraban al suelo, como se buscaban con los bajistas, como se repartían entre todos el peso de las transiciones entre canción y canción –porque silencios hubo pocos-. También hubo correas de guitarra que se soltaban, micros que caían, cables que se desenchufaban y choques varios al borde de la caída. Un concierto memorable, para mí el concierto del verano en esta calurosa ciudad, aunque afirmar esto conlleve entrar en polémica con algunos amigos míos. Grandiosos estos irundarras.



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